Por lejos pareciera ser la menos “necesaria” de las necesidades humanas. Sin embargo, el ocio es fundamental para el bienestar y la calidad de vida de todas las personas. Entonces ¿por qué es un derecho vulnerado?

Ya sea por falta de tiempo, de recursos o de motivación, la realidad es que nuestra forma actual de vida en las llamadas democracias liberales no deja mucho espacio para el ocio y su disfrute. Contrario a lo que generalmente se piensa, el ocio no es un elemento negativo, no necesariamente es un “tiempo muerto” y el ocioso no tendría por qué ser un “inútil”.

Etimológicamente ocio viene de la palabra latina “otium”, que entre otros significados, se refería al tiempo en que las personas estaban desocupadas de los deberes de la vida diaria, o del “negocio” diario (es decir, la negación del ocio).

El ocio es un Derecho Humano fundamental que se encuentra consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU, 1948), donde podemos leer, en su artículo 24 que “toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”.

Lamentablemente, como sucede con otros, vemos que permanentemente el acceso a este Derecho es vulnerado en el seno de nuestras sociedades. Puede que no se prohíba tener tiempo libre, sin embargo, las actuales condiciones de vida de muchas personas (jornadas de trabajo extenuantes, problemas de accesibilidad en la ciudad, discriminación, entre otros) impiden que estas puedan disfrutar de un ocio de calidad.

El ocio “es un medio esencial para lograr el bienestar emocional, el desarrollo de relaciones interpersonales significativas y fomentar la inclusión en el propio entorno (…) en definitiva, es un factor clave para la mejora de la calidad de vida”, señala Federico Sierra, profesor de la Universidad de Deusto, España en su libro “El tiempo libre en las personas con discapacidad”.

Según este autor, para que una actividad sea considerada ocio, deben existir tres condiciones fundamentales: ser de libre elección y voluntaria, generar una vivencia placentera y ser una actividad deseable por sí misma (autotelismo) y con carácter final, es decir se realiza independiente de los beneficios secundarios que pueda generar.

Chile: dificultades para acceder a un ocio de calidad

Frente a esto, podemos decir que en Chile estamos muy lejos de garantizar un ocio de calidad a los ciudadanos. Una de las caras más evidentes de esto es el acceso a infraestructura y a espacios donde realizarlo, tomemos como ejemplo las áreas verdes.

El Ministerio del Medio Ambiente (MMA) en Chile define que las áreas verdes son espacios donde predomina la vegetación y elementos naturales. Esta entidad, reconoce (citando a Reyes y Flores) que estas “entregan múltiples beneficios a la población y al medio ambiente urbano: favorecen la actividad física, la integración social y una mejor calidad de vida de la población; también proveen servicios ambientales como el control de la temperatura urbana, captura de carbono, mejora de la calidad del aire, protección de la biodiversidad, reducción de erosión, control de inundaciones, ahorro de energía, control de ruidos, entre otros”. Por ende, también facilitan que exista un ocio de calidad.

Reconociendo la importancia de las áreas verdes en la calidad de vida, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un estándar mínimo de 9 metros cuadrados de áreas verdes por cada habitante en las ciudades. Sin embargo, según información de la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo del Ministerio del Interior (que genera un indicador de áreas verdes con mantenimiento municipal por habitante para cada comuna), ninguna región del país alcanza este estándar.

Por ejemplo, la Región de Arica y Parinacota tiene sólo 0,7 metros cuadrados de áreas verdes por habitante; la Región Metropolitana, alcanza los 3,4 metros por habitantes; y la región que más áreas verdes tiene, la del Maule, presenta sólo 7, 2 metros por habitante. Junto con esto, la gran desigualdad y segregación de algunas ciudades chilenas también es una dificultad. Por ejemplo, según un estudio de la oficina de Urbanismo Atisba (2003), Vitacura posee 18,3 metros cuadrados de vegetación por habitante, mientras que
Puente Alto sólo cuenta con 1,8 metros cuadrados.

Claramente, este no es el único factor que influye en que las personas no puedan ejercer su derecho al ocio ni sólo en las áreas verdes se puede ejercer este derecho, sin embargo son datos que no dejan de llamarnos la atención. En la misma línea del acceso a los espacios o a la infraestructura, hay que pensar las dificultades que tienen las personas en situación de discapacidad para acceder de forma autónoma a muchas partes de la ciudad, incluyendo las áreas verdes.

Sin duda, que en Chile el camino por recorrer para garantizar un ocio de calidad para los ciudadanos aún es muy largo. No hay que olvidar que algo similar a lo que ocurre con las áreas verdes, también pasa con los centros culturales y con la infraestructura deportiva.
Junto con esto y sólo por mencionar uno de varios ejemplos posibles, las jornadas laborales largas con remuneraciones insuficientes que hacen que las personas deban tomar un segundo trabajo, también contribuyen a vulnerar este derecho.

Garantizar un derecho no significa solamente firmar una convención que declare la buena intención de hacerlo, es necesario que los estados aseguren las condiciones necesarias para que ese derecho pueda ser ejercido por todas las personas. En este sentido, muchos de nuestros derechos son vulnerados día a día, el ocio, lamentablemente, no es la excepción.

 

Por Equipo ONG Moviendo