Hace algunos años, cada vez que me preguntaban por mi hobby, nunca sabía qué responder – me gusta trotar, andar en bici, juntarme con mis amigos, bailar- sin embargo, sentía que eso era algo demasiado común (sin menospreciarlo), que no requería mucho esfuerzo de mi parte, tampoco una gran preocupación, no me quitaba el sueño y tampoco me diferenciaba del resto de la gente. Me di cuenta que necesitaba buscar algo que me apasionara, como cuando escuchaba a mis amigos hablar, por ejemplo, de lo mucho que les gustaba leer, ver películas, pintar, practicar algún deporte, qué se yo. Existen millones de actividades para ocupar tu tiempo libre que pueden llegar a apasionarte y hacerte querer ser un experto en el tema.

Resulta que en esta búsqueda de algún hobby, pasión o como le quieran decir, llegué a dejar una carta a la oficina de una fundación, en la que finalmente me quedé y en la cual logré sentir esa pasión que buscaba, esas ganas locas de dedicar mi tiempo a algo que de verdad me importa, que no me deja de sorprender, que día a día me enseña algo nuevo, que me hace completamente feliz y que me ha permitido ver la vida de diferentes perspectivas. Esto porque en el camino me fui encontrando con personas geniales, que llegaron a ese lugar en la misma parada que yo, buscando un cambio y que me revolucionaron el panorama: diferentes edades, diferentes culturas, clases sociales, educación, y mucho más.

Y por fin creí haber encontrado mi hobby, ser voluntaria. Aunque suene rarísimo y hasta un poco penoso, ser voluntaria me cambió la vida y abrió los ojos. Logré, por una parte, ver el país en el que vivo (lleno de injusticia y desigualdad) y por otra parte, conocer a un montón de gente que me ha permitido ser quien soy hoy y estar feliz de todo lo que he vivido y aprendido en mi vida.

¿Y porque haces eso? ¿Ganas plata? ¿Y cómo te alcanza el tiempo? Son algunas de las usuales preguntas que hace­n amigos y gente que no ha participado en un voluntariado, o que sencillamente no sintió todo lo que yo sentí desde el primer día. No los juzgo.

Hace siete años dedico parte de mi tiempo a este “hobby” y hoy me pregunto: ¿es realmente un hobby? Creo que no. Ser voluntaria se convirtió en una forma de vida para mí, y estoy segura que para muchas de las personas que me rodean también.  Hoy me doy cuenta que todo lo que he aprendido y crecido, no me lo podría haber enseñado ningún libro, magíster, ni persona. Ser voluntario hay que vivirlo, por lo menos una vez.

Estoy segura que con un voluntariado uno logra darse cuenta si “te pica o no el bichito”, y déjenme decirle que si les pica: les pica, y cagaron. Ya estarán adentro de este hermoso mundo del voluntariado que, con el tiempo, definitivamente, se transforma en una forma de vida. Actualmente, siento que las ganas de hacer cambios a nivel comunitario las llevo en cada momento.

Hoy soy parte de Moviendo, y me quiero mover y mover hasta que todos sepan que el ocio es un derecho, que todos debemos tener tiempo libre para realizar lo que se nos antoja en contacto con la naturaleza y la sociedad, que jugar puede ser gratis y la mejor medicina para el estrés.

¡Busca  lo que te apasione y transfórmalo en una forma de vida! Verás que ser feliz es más fácil de lo que parece, que hay gente que tiene tus mismos intereses, que puedes ser el mejor en lo que te propongas, que la vida no es trabajar, estudiar, dormir, que hay un mundo esperándote. Y lo más importante, todo lo que hagamos, debe ser con amor.

 

Envíanos locos

LJ Lebret

¡Oh Dios!, envíanos locos,

de los que se comprometen a fondo,

de los que se olvidan de sí mismos,

de los que aman con algo más que con palabras,

de los que entregan su vida de verdad

y hasta el fin

 

 

Por Javiera Calderón Silva