“¡La educación está en crisis!”, ¿podrías adivinar de que año es esta frase? aunque parezca una mala broma, esta afirmación no es de este año, ni del año pasado, ni siquiera de unos veinte años atrás, si no que la formula el norteamericano Philip Coombs en la Conferencia Mundial sobre Crisis Educativa, celebrada en Virginia en el año 1967. En este año ya se planteaba que la educación estaba en una profunda crisis, pues el sistema educativo tradicional, o formal, no estaba dando respuesta a las necesidades intelectuales de las personas; ni siquiera daba la cobertura de acceso a toda la población, situación que, hoy en día, afecta a muchos países de Latinoamérica. Si bien es cierto la educación es un derecho que debe estar garantizado para todos y todas, al menos es lo que se establece a partir de los documentos establecidos por la Organización de las Naciones Unidas en una de sus cartas fundamentales acerca de los derechos del hombre y la mujer, no es menos cierto que la educación es uno de los derechos más transgredidos hoy en día, sobre todo si consideramos la situación de países en guerra y la situación de los colectivos más vulnerabilizados: mujeres, niños, personas LGTBI, personas en situación de discapacidad, entre otros grupos.

La educación permite desarrollar múltiples capacidades, tanto intelectuales, como corporales, éticas y morales, que le permitirán a las personas obtener herramientas para poder desarrollarse e integrarse a la sociedad, desde un punto de vista responsable, crítico y comprometido.

Volviendo a lo anterior, y centrándonos en Latinoamérica y el Caribe, en al menos los últimos 70 años para nadie podría ser un misterio que las dictaduras y constantes intervenciones por parte de los militares crearon una desestabilización en lo que al rol estatal compete, y donde la educación no ha estado exenta. Una serie de programas externos, intentos de mejora a través de reformas y proyectos obsoletos, copiados y traídos del “primer mundo” sin considerar las verdaderas necesidades y problemáticas de la sociedad de cada uno de los países, agudizaron aún más la crisis en esta parte del mundo. Pero como dijo alguna vez la poetisa nicaragüense, Gioconda Belli: “La solidaridad es la ternura de los pueblos”, es que comienzan a surgir una serie de organizaciones, cooperativas, asociaciones de personas que buscan dar solución a estos problemas, de los cuales nadie se hace cargo y que afectan profundamente a las sociedades. Es a través de talleres, cursos, asistencias, capacitaciones, etc., que personas buscan enseñar a pares fuera de los sistemas formales, como lo son la escuela y la universidad, educan desde sus ganas, experiencias y organización. A este mundo se le conoce como el de educación No Formal.

Es al mismo Coombs a quien se le atribuye la primera aparición del término educación No Formal, el cual tiene la desgracia de nacer de la negación y esto ha impedido la aceptación e integración por parte de la sociedad de esta metodología de enseñanza hasta hoy en día. Nacer de la negación invita al rechazo espontáneamente. La educación No Formal es un concepto que alude a “ese desconcertante surtido de actividades de formación que constituyen o deberían constituir un importante complemento de la enseñanza formal en el esfuerzo total de la enseñanza de cualquier país” (Coombs, 1968, p.168). En simples palabras, la educación No Formal, es aquella que a pesar de tener una organización clara, objetivos definidos, metodologías adecuadas para lo que se pretende enseñar, se encuentra fuera del currículum de educación que impone el Estado como lo necesario para sus ciudadanos y ciudadanas. Y aunque en la educación No Formal se puede, incluso, llevar un proceso de “titulación”, este no es reconocido por el Estado, por lo que se denomina como No Formal.

Latinoamérica y el Caribe, junto con África, son los lugares donde se aprecia el mayor crecimiento de organizaciones, asociaciones y cooperativas en los últimos años a nivel educativo ¿Coincidencia? Solo dejaré el dato. Pero hagamos un zoom geográfico mental de esto y adentrémonos a la situación chilena. Desde inicio de los años ’90 del siglo pasado, Chile tenía una alta tasa de personas que no podían acceder a la educación, principalmente por el hecho de vivir en sectores rurales o alejados. Por entonces el gobierno inicia una de las reformas más ambiciosas de acceso, calidad y equidad educativa, errando el rumbo evidentemente, pues como no podía hacerse cargo de la construcción de escuelas y/o acercar a las personas a las escuelas correspondientes, dio paso a los privados (sostenedores educacionales), bastaba así con una persona que tuviera los recursos para abrir una escuela y hacerla funcionar decentemente (lo que podemos ver hoy en día que ni siquiera eso pueden hacer) para que apareciera en números que casi el 100% de los chilenos tenemos acceso a la educación ¿Calidad? Ese es otro tema, pero que sin duda nos lleva a comprender muchas de las situaciones actuales y del rol e importancia que cumple la educación No Formal en la sociedad.

La calidad de educación se viene discutiendo fuertemente desde el año 2006 en Chile, pasando por grandes momentos de tensión como el año 2011, en donde se puso en jaque al gobierno y las políticas de Estado de los ultimo 20 años, las cuales evidentemente han sido desastrosas. Una vez más han sido grupos de personas en poblaciones, villas y ciudades quienes ante tal panorama y asumiendo la responsabilidad de educar a otros, se han organizado, implementando talleres en juntas de vecinos, clubes en asociaciones deportivas, conversatorios en espacios abiertos a la comunidad, entre tantas otras actividades, externas a lo que se propone desde el Ministerio de Educación, con las dificultades que eso conlleva y con la falta de herramientas técnicas y/o profesionales que se requieren.

La educación No Formal -y la distingo con la Informal, ya que esta última es aquella que se produce de manera innata en nosotros (como prender la luz, abrir la llave del agua, etc.)- pareciera ser un elemento fundamental en la educación de las personas hoy en día, pareciera ser la solución o al menos un gran aporte a la alicaída escuela, de donde quieren sacar todo lo que ayude a desarrollar personas con criterio, críticos, éticos, solidarios y participativos. La educación No Formal se abrió paso y se valida todos los días en las comunidades por el hecho de prestar un servicio, de ser una solución con gente comprometida y capaz de poner el hombro ante toda situación. Ahora la pelota la tienen las escuelas, colegios y liceos, pues será responsabilidad de estos abrir sus puertas al trabajo colaborativo con la comunidad, pero un trabajo que nazca desde las necesidades e inquietudes que estos plantean, y no algo impuesto como se ha hecho tantas veces.

 

Bibliografía:
Coombs, P. (1968). The world educational crisis (1st ed., pp. 138- 144). Londres, Inglaterra: Oxford Univrsity Press.

 

Por Sebastián Lepe Segovia

Profesor y Magíster en Dirección y Gestión de Centros Educativos (Universidad de Barcelona).